¿Te cuesta obedecer a Dios?


En el libro de Salmos 128:1 encontramos que es "Bienaventurado todo aquel que teme a Jehová, que anda en sus caminos".  Es decir que la persona que permite que el Altísimo guíe su vida es afortunada y feliz, pues todo lo que le sucede termina siendo para su bien.

Este versículo expresa que la obediencia al Eterno es fundamental para tener una vida llena de bendiciones, de aquellas que nadie en el mundo puede comprar sino que sólo Él las puede dar en su misericordia.

Pero, sabiendo esto, ¿porqué se nos hace tan difícil obedecer al Todopoderoso?, si de sobra entendemos que los preceptos y mandamientos que ha establecido, están hechos para que no tengamos problemas innecesarios en esta vida y que podamos vivirla al máximo.

Cuando fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, fuimos hechos inocentes y puros; sin embargo, al no obedecer a Dios y tomar del fruto que estaba prohibido, entró el mal en nuestros corazones, haciéndonos tener una inclinación por aquello que no es correcto y menospreciar lo que es correcto.

Es por esa situación que se nos hace tan difícil obedecer.

No obstante, hay algo que podemos hacer.

Hace ya muchos años, el Rey David, nos lo enseñó cuando expresaba en el Salmo 143:10 "Enseñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud" así mismo, en el Salmo 51: 10 solicitaba al Eterno "Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí".

Es decir, que aunque se nos haga difícil seguir los mandamientos y preceptos del Altísimo, podemos elevar una oración pidiéndole que nos enseñe a hacer lo que Él manda, y cree en nosotros un corazón limpio y un espíritu recto; pues Él en su infinito amor y misericordia puede ayudarnos.

Eso si, nosotros debemos poner de nuestra parte, haciendo el mayor esfuerzo posible por alejarnos de aquellas cosas que sabemos a la perfección que nos hacen daño.

Su amor es así de infinito, así de grande; que nos ama tal cual somos y puede ayudarnos a ser la mejor versión de nosotros mismos.

Acércate a Él, estás a una oración de distancia de su presencia y su amor.

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