Juventud



Aquellos que ya hemos avanzado en edad, y hemos llegado a la adultez, vemos con asombro cómo el tiempo ha transcurrido en nuestro cuerpo, pues jamás imaginamos que la vida fuera realmente tan efímera.

Recuerdo que cuando en mi infancia deseaba fervientemente llegar a ser "grande" para poder "hacer lo que quisiera"; hoy, que ya estoy grande y recuerdo esas palabras, con una sonrisa amarga pienso, ¡Qué inocente e ingenuo era!, nada sabía de responsabilidades en aquellos años donde deseaba llegar a la adultez.

Cuando era adolescente y joven, podía comer todo lo que quisiera en las cantidades que quisiera y nada me hacía daño; hoy... no puedo comer nada pesado después de las 6:00 pm.  Antes, podía desvelarme cuanto quisiera y levantarme al día siguiente como si nada... ahora, si me desvelo un poco parezco zombie.

En Eclesiastés 12: 1 encontramos un mensaje del Predicador para la juventud "Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años en los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento".

A medida van pasando los años, tomamos conciencia de nuestra propia fragilidad, nos enfermamos con facilidad y los afanes de la vida nos agobian; mientras aún tenemos fuerzas y no dependemos de nadie podemos tomar decisiones de cómo llevar nuestra existencia; sin embargo llegará el día en el que otros decidirán por nosotros, y quiera el Eterno bendecirnos con personas que nos comprendan cuando ya no podamos valernos por nosotros mismos.

Es por ello, que es importante que en estas edades de la infancia, la juventud y la adultez temprana tengamos siempre en nuestras mentes al Todopoderoso, que le permitamos obrar en nuestras vidas mediante su inmenso amor y le sirvamos.

Si te has preguntado alguna vez ¿cómo puedo servir a Dios? Las respuestas son sencillas; el Altísimo no te pide más de lo que puedas dar, el pide que aceptemos su amor, que tomemos en consideración sus mandamientos y le respetemos como merece su divinidad. Parte de ello es el servicio.

Puedes servir a Eterno tomándote el tiempo de hablar a otros sobre su amor y su misericordia, orando por la vida de los demás, siendo agradecidos, amables con otros, brindando palabras de aliento a quien lo necesite y ayudando a quienes nos rodean según nuestras capacidades. No importa si piensas que es algo pequeño o que es muy insignificante tu aporte; para nuestro Dios, que valora las intenciones de nuestros corazones, una acción pequeña y sencilla es muy preciada ante sus ojos.

Siempre ten en mente que tú puedes ser un instrumento de su paz y tal cual la luna refleja la luz del sol, reflejar su amor hacia la humanidad.

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