Amando a Dios
Hace ya miles de años, nuestro Señor Jesucristo explicó sobre el más grande mandamiento; en Mateo 22: 37-38 encontramos que: "Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento".
Este versículo nos expresa la forma en la que al Eterno le gustaría que le amásemos.
En primer lugar, dice que debe ser con todo nuestro corazón, es decir nuestros sentimientos. ¿Alguna vez has estado enamorado/a? Si es así, sabes perfectamente qué se siente cuando ves a esa persona, cuando la piensas, cuando la sientes, cuando hablas con el/ella. Son sentimientos y emociones que nos alegran; incluso nos hace hacer cosas que no haríamos por nadie más.
Entonces, es momento de preguntarnos ¿Amamos al Altísimo con todo nuestro corazón? ¿Te comportas con Él como cuando estás enamorado/a?
En segundo lugar, expresa que debe ser con toda nuestra alma, significa que nuestro amor hacia el Todopoderoso debe ir más allá de nuestro corazón, es un sentimiento que proviene desde lo más profundo de nuestro ser; del que no vemos formas físicas, ni interés alguno sobre la obtención o no de algún favor divino. La única comparación que se le asemeja, es el amor que siente una madre o un padre por sus hijos; ése amor incondicional, sacrificado a cambio de nada pero al mismo tiempo satisfactorio.
Esto conlleva a la siguiente pregunta ¿Amamos a nuestro Dios con toda nuestra alma?
Finalmente, nuestro Señor Jesucristo explica que debemos amarle con toda nuestra mente, es decir, que nuestro pensamiento esté centrado constantemente en Dios como nuestra prioridad. Por ejemplo, cuando una persona nos interesa de verdad, y estamos enamorados/as, no podemos evitar pensarle a cada momento, cualquier cosa, aroma, color, etc, nos la trae a la mente y con una sonrisa le pensamos. Al pensarle siempre la tenemos en consideración sobre qué le gustará o no, y estamos pendientes de él o ella, procuramos comunicarnos lo más frecuentemente posible para saber cómo está y poder ser partícipes de su día a día.
¿Amas al Eterno con toda tu mente?
Si no has sabido responder a estas preguntas, es importante que empecemos a cultivar el amor hacia nuestro Dios.
¿Cómo podemos cultivar nuestro amor hacia Él?
Para empezar, dedicándole tiempo, leyendo la biblia, hablando con Él (orando, rezando), haciéndole partícipe de nuestras decisiones diariamente, teniendo siempre en consideración lo que le gusta o no; y principalmente dándole la importancia que su divinidad merece.
Sabemos que el amor no nace de la noche a la mañana, pero podemos empezar a cultivarlo; teniendo siempre presente que Él nos ama de forma incondicional y que su amor es eterno, y no hay nada en este mundo que nos separe de ése sublime y más puro amor.
Ama a tu Dios de la misma forma en la que a tí te gustaría que te amasen.
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