Siendo como niños


En el libro de San Marcos 10: 14 - 15, se describe un episodio de la vida de nuestro Señor Jesucristo, en el que muchas personas traían a sus niños y niñas para que fueran bendecidos por Él y los discípulos impedían esta acción. Como resultado, la biblia explica que: "Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se los impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él".

Me he preguntado en diversas ocasiones porqué se nos especificó que debíamos ser como niños, y a pesar que también transité por la niñez - como todo ser humano - no lograba dimensionar el porqué, pues cuando llegamos a la adultez olvidamos lo que éramos, sentíamos, pensábamos y actuábamos en esa época.

Fue hasta hace unos años, que con el nacimiento de mi amado sobrino he logrado entender un poco la dimensión de estas palabras. Un niño o niña tienen implícita la inocencia en sí mismos, son puros y nos parecen a todas luces hermosos; además, ellos se dejan guiar, no guardan ningún tipo de rencor tan fácilmente y perdonan,  dan su amor, afecto y amistad de manera sincera y sin esperar recibir algo a cambio; pero más importante, creen de una forma en la que solo un niño puede hacerlo... creen con sinceridad.

Si tomamos en cuenta estas características, entenderemos porqué el Altísimo pide de nosotros que le recibamos como lo hace un niño, es decir manera sincera y sin interés. Entonces, no puedo evitar preguntarme ¿es esto posible para una persona adulta?.

Sin duda alguna lo es, como adultos, si bien es cierto hemos perdido mucha de nuestra inocencia, guardamos rencor fácilmente, cuesta que perdonemos y nos hemos vuelto incrédulos; no implica que no podamos creer de todo corazón y sinceramente en el amor que el Eterno tiene hacia cada uno de nosotros.

Claramente, nuestras palabras y creencias deben ir acordes con nuestro accionar. Entiendo que es difícil, más no imposible procurar hacer aquello que es bueno para nosotros. Por ejemplo, si alguien te ofende, no guardes rencor y perdona aún si la persona que te ofendió no te la pide. ¿Porqué? porque eso harías tú si fueras un niño. Además si permites que el rencor anide en tu corazón, el único que resultará dañado serás tu.

Al poner la fe y confianza en Dios como lo harías si fueras un niño, verías sin duda alguna, cómo Él a través de su inmenso amor ilumina tu camino, te protege, te guía, te consuela y está junto a ti siempre, cual padre protector cuidando a su hijo o hija.

Recuerda siempre, el Altísimo te ama infinitamente y te lo muestra de mil formas cada día, así que como un niño, confía, agradece y recibe su amor.

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