Bullying


Proverbios 17:5 señala que "El que escarnece al pobre afrenta a su Hacedor; y el que se alegra de la calamidad no quedará sin castigo".

Si tomamos en cuenta que escarnecer significa burlarse de una persona de manera cruel con la finalidad de humillarla y despreciarla, logramos comprender que desde hace miles de años el Eterno no ha visto con buenos ojos que una persona dañe a otra al hacerle sentir mal.

Muchas veces los seres humanos desde la infancia somos muy crueles, y tendemos a discriminar a las personas por su condición económica, color de piel, característica particular e incluso por alguna discapacidad.

En los últimos años ha tomado auge el término bullying  y aunque la intimidación física y verbal - en diversas áreas - es muy antigua, ha sido hasta hace poco que se ha conocido de manera extensa el impacto negativo que tiene en las vidas de aquellas personas que son víctimas de este tipo de acciones.

A la luz de la palabra de Dios, encontramos que al Altísimo le desagrada en gran manera que accionemos de tal forma que lastimemos, discriminemos e intimidemos a otras personas, principalmente a aquellas de escasos recursos económicos; y más aún si nosotros como adultos enseñamos a nuestros hijos e hijas este tipo de acciones.

Hace muchos años cuando estaba en la etapa escolar de mi vida, fui en innumerables ocasiones víctima de este tipo de acciones; aunque en aquella época el término bullying no existía, nosotros le decíamos "es que me molestan en la escuela" la gran cantidad de sobrenombres que me pusieron a causa de mi físico es realmente risible, y a pesar que logré transformar toda esa negatividad y fortalecer mi carácter, hay personas que no logran hacerlo y les afecta grandemente.

Entonces, ¿porqué Dios estableció que hacer bullying a una persona y alegrarse de su calamidad es como si le ofendiéramos directamente a Él?

Porque todos estos sentimientos y acciones de desprecio, crueldad, menosprecio, y humillación hacia el otro salen de nuestro corazón transformándonos en seres desalmados y totalmente opuestos a lo que el Eterno espera de nosotros, y eso es el amar al otro, comprenderle y ayudarle en la medida que lo permitan nuestras condiciones. Porque al mostrarles a los otros amor, nos convertimos en instrumentos directos de Dios.

Como seres humanos, estamos llenos de defectos y a pesar de eso, el Altísimo - ser perfecto - nos amó enormemente a pesar de todo; entonces ¿porqué no tratar a otros de la forma en la que El nos trata, con amor y comprensión?

Nosotros debemos ser conscientes que cada vez que despreciamos a alguien en nuestro corazón estamos ofendiendo a Dios, debemos además entender que nuestros hijos e hijas siguen nuestro ejemplo, somos nosotros quienes debemos enseñarles que burlarse de alguien por ser diferente, por su condición económica o por lo que sea, no es correcto.

Nuestro deber es enseñar a nuestros hijos e hijas la tolerancia, amabilidad, bondad, y a aceptar las diferencias, de la misma forma que Dios nos aceptó. De esa forma enseñamos a nuestros hijos e hijas que son amados por el Altísimo y que debemos tratar a otros de la misma manera.

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